Es abril de 2020 y estamos cumpliendo 10 años de La Creactiva, un espacio de encuentro de amigos arquitectos y diseñadores de la Universidad Nacional que nos conocimos en el auge de nuestro activismo estudiantil por allí entre el 2004 y el 2009. En aquellas correrías nos encontramos en múltiples colectivos en los que coincidíamos a veces sí, a veces no. La Butaca (Club de estudio y parranda), Bandoleros Rampantes (Gráfica insurgente?¿) y El Informante (Pasquín de chismerío y sátira político/estudiantil) fueron algunos de aquellos colectivos efímeros. Teníamos nuestra oficina de estudiantes con muchos proyectos e ideas que tirábamos al aire para que algún ser emprendedor las concretara y que siguen por aquí aun rondando en nuestras cabezas. Hicimos sancochos, paros, proyecciones, fiestas, estampados, asambleas, acciones directas e indirectas, murales y grafitis con y sin estética. Marchamos, nos disfrazamos, peleamos y nos reconciliamos con la academia y nos volvimos a pelear, nos aburrimos y decidimos hacer algo distinto a lo que nos enseñaron.
¿Qué hacíamos haciendo arquitectura, diseñando cosas a las que al final no les veíamos sentido?
Queríamos hacer de todo, mezclar todo, hacer de nuestras profesiones el sancocho en el que vivíamos y nos habíamos conocido, sin mucho orden, sistematicidad ni coherencia, solo ideas que fluían a mil y que nos alcagüeteábamos unos a otros. Al fin de cuentas podíamos hacer de todo ¿Quién diría que no?
De manera desinformada creamos una asociación con un nombre aún en duda, porque a alguno le pareció buena idea. Seríamos la Asociación Colectivo de Diseño, Arquitectura y Acción Urbana – La Creactiva, aunque para unos seríamos Acción Colectiva y para otros Acción Popular, al final de cuentas siempre tocaba volver a buscar en los estatutos. Pero el colectivo nació queriendo ser una red, la Red Creactiva. Nuestros colegas no entendían muy bien de qué iba la cosa, así que la red quedó en espera hasta estos días y nos enfocamos en la idea del colectivo entre quienes nos entendíamos. Fuimos ocho amigos los del impulso inicial, pero a los pocos meses nos mantendríamos cuatro: Orlando, Laura, Iván y Adrián. El afán del trabajo, compromisos e ingresos no daba mucho tiempo para mantenerse de las ideas que iban y venían; trabajo en red, diseño participativo, gestión colectiva.
Dejamos desprovistos a la arquitectura y el diseño de estética y nos lanzamos a inventarnos una estética de procesos.
Definitivamente este enfoque fue poco bien recibido en el medio profesional nuestro, pero en cambio fue abrazado con entusiasmo desde las artes y las organizaciones sociales de base. ¿Las artes? Nunca nos lo planteamos así y aun nos cuesta mostrarlo en nuestro trabajo, aunque tímidamente hemos venido asumiendo algunas de nuestras iniciativas como acciones artísticas sin llegar a ser expertos en el tema. Con las organizaciones sociales la cosa era distinta, siempre fuimos muy bien recibidos, pero siempre nos enfrentamos a la nulidad de recursos. No éramos una fundación, no teníamos suficiente capacidad de gestión, siempre había algo más urgente que solucionar y para cualquier acción tocaba recurrir a la imaginación recursiva.
Con Arquitectura Expandida, que iniciaba también su actividad en aquella época con alguno que otro objetivo más claro que nosotros, tuvimos la fortuna de encontrarnos y compartir en los encuentros que decididamente estaban realizando. Y con ellos tuvimos la oportunidad de conocer a la movida española: a Santi Cirugeda, que nos siguió la cuerda en nuestro sancocho, a Diego Peris de Todo por la Praxis, a los Basurama, entre otros y muchos. Por aquella época nosotros le seguíamos las locuras a Tirso y su bello proyecto okupa con víctimas del conflicto en Ciudad Bolívar, el CRIAD. Otro soñador con el que compartimos fue Julio y su proyecto de vivienda social, libre y autogestionada en Bosa Linda. Una especie de actualización de los procesos de autoproducción del hábitat popular de los 70’s y a quienes les hirieron el alma una fundación oportunista de las que andan acechando en nuestros barrios populares vendiendo fantasías.
Nosotros, sin ponernos aún muy bien de acuerdo en lo que queríamos, empezamos a realizar recuperaciones de espacios públicos abandonados.
Algo parecido a lo que en los últimos años han llamado urbanismo táctico o placemaking. Alaska, Un Oasis en el Oasis, Serranías de Arte, Parque Comunal La Joya, fueron cuatro acciones que definieron aquel primer año de actividad intensa. Al mismo tiempo nos invitaban al encuentro de Arquitecturas Colectivas en España, y a Bolivia para dictar un taller internacional en Deporte, Creatividad e Inclusión Social sin apenas darnos cuenta. Sin embargo, no nos queríamos dedicar a hacer recuperación de parques así que abandonamos nuestro activismo instantáneo e iniciamos el diseño de nuevas estrategias para la apropiación del espacio urbano.
Empezamos a trabajar en el occidente de la ciudad, en la localidad de Techotiba (Kennedy), en torno a dos iniciativas: la Escuela Popular de Skate y Roma Escuela. Ambas se desarrollaban en el sector de Roma en los márgenes del río Tunjuelo y aunque de origen distinto, compartían el interés por reapropiar un territorio en conflicto con fenómenos sociales de violencia y micro tráfico. Al mismo tiempo nos lanzamos a liderar iniciativas de articulación entre organizaciones y colectivos sociales urbanos en la búsqueda por construir una nueva agenda ambiental y territorial en Bogotá junto con lo que fue la experiencia inolvidable de debate, encuentro y construcción colectiva de Marcha Patriótica.
En Roma, junto con una gran cantidad de iniciativas y experiencias locales organizadas y espontáneas lanzamos el primer festival Roma al Parque, completamente autogestionado y descentralizado. Una gran cantidad de sensibilidades urbanas concurrieron en este espacio de articulación para apropiar la ciudad desde las prácticas sociales y culturales locales. Jóvenes de skate, parkour, clubes pitbull, teatro, música, clown y circo, grafiti, hip hop, bmx, agricultura urbana y emprendimientos locales apostando por sacar adelante lo mejor de sus experiencias.
Toda la vida latente del barrio reunida y celebrando juntos la vecindad durante un fin de semana.
Desde aquel proceso de 3 años y 3 festivales, hemos visto el crecimiento y compromiso de parceros entrañables que aún hoy tienen su trabajo en un territorio vivo que se transforma. Sebastián y La Roma Popular fútbol consciente; Lady y Camilo y la huerta de amarantos y hortalizas Mujuquirá; o los camaradas de RSR Skate (Resistencia sobre Ruedas) quienes hoy, junto con muchos otros skaters, vienen avanzando en el proceso de El Japón Skateboarding, y con quienes recientemente venimos conspirando por la construcción del primer Centro Cultural y Deportivo al Aire Libre El Japón.
Pero, en la medida que redefiníamos nuestra actividad como colectivo, se fue opacando el ejercicio de difusión que en nuestros primeros años nos había posicionado en el imaginario de colectivos y organizaciones en la ciudad como aquellos que recuperaban espacios públicos. Un trabajo por el cual aún nos siguen referenciando muchas de las personas que se acercan a nosotros, pero con el que tenemos una relación suspicaz. Así que talleres de creación como el Bicilab Pedalea La Joya, auspiciados por otros amigos entrañables como los son Fundaexpresión, y el cual sería una de nuestras primeras aproximaciones explicitas al arte de relacional, quedaron sin un lugar muy visible en nuestra experiencia de aquella primera etapa caótica de trabajo.
Ya habían pasado cuatro años y nos enfrentábamos a la realidad: muchos proyectos y pocos recursos, no encontramos financiación ni socios que mantuvieran nuestras ideas por transformar creativamente nuestros espacios y nos dimos un buen parón. Necesitábamos un descanso entre nosotros y explorar nuevos horizontes de vida, personales y profesionales, a la par que tratar de solucionar nuestros afanes económicos. Estudiamos, trabajamos en nuevos proyectos con instituciones y organizaciones sociales, poniendo en práctica lo que habíamos aprendido durante este tiempo y nos reencontramos casi un par de años después. Nos invitaba Casa Tres Patios a una residencia artística en Medellín así que era una buena oportunidad para repensarnos.
¿Qué habíamos hecho y qué queríamos?
En Medellín conocimos múltiples colectivos, organizaciones, centros culturales y experiencias populares decididas, todo un turismo por activismos políticos, sociales y culturales en resistencia. Realizamos algunas charlas, un diseño exprés y participativo para un centro comunitario, nos dedicamos a tratar de entender esa idea con la que fuimos, los Paisajes de la Diferencia. Existen múltiples paisajes superpuestos, y la idea de un paisaje diferente al que domina la cotidianidad nos llamaba a repensarnos como organización. Después de aprender de Medellín, regresamos con más inquietudes que soluciones y retomamos el trabajo poco a poco, con la certeza aun de lograr desenredar esta historia en la que nos habíamos metido. Estuvimos por Santander realizando el proyecto de adaptación tecnológica para la Cosecha de aguas lluvias nuevamente con Fundaexpresión; y retomamos el contacto con los amigos de Roma y su proceso de autogestión y autoconstrucción skate de El Japón (Bogotá). Por su parte, Orlando realizó Pasito, una de las intervenciones de arte urbano más completas que hayamos podido experimentar en los últimos años, y nos atrevimos a hacer otra intervención de arte de sitio en Usme rememorando los “bosques” de frailejones que habitan en la memoria de sus habitantes (Zoque).
Ya para inicios del 2020 terminamos el proyecto de La Cocina Humeante junto con Fundaexpresión y los integrantes del Mercado del Buen Vivir en Bucaramanga, quedándonos con las ganas de festejar por este virus que hoy nos acecha.
Mientras el ambiente se estaba nublando con el COVID-19 en China y Europa, nosotros buscábamos reinventarnos para nuestra primera década de vida.
Nos dimos el tiempo de analizar cada proyecto, sus logros y dificultades, las metodologías usadas, nuestras expectativas y experiencias, reconstruir nuestra historia como organización. Nos alcanzó la cuarentena en pleno proceso de reinvención y aquí estamos, en la búsqueda por nuevas formas de relacionarnos con nuestros vecinos, comunidades y entornos, desde el pensamiento creativo colectivo, la adaptación a nuestros paisajes sociales y naturales, y la participación amplia de todos para decidir cómo queremos vivir. En medio del encierro nos mantenemos activos con el proyecto BarriOMercial, buscando alianzas, debatiendo ideas y soñando un poco más con una plataforma de intercambio social, económico y cultural, una apuesta por reactivar prontamente nuestras economías locales, barriales y autogestionadas.
Así que después de 10 años de idas y vueltas hemos ido sintetizando nuestra forma de hacer las cosas como un proceso sencillo y simultáneo de aprendizaje, diálogo, transferencia y colaboración, proceso que de manera recurrente se ha puesto en práctica en nuestros ejercicios de creación, adaptación y transformación del hábitat. En este momento queremos retomar nuestro impulso original de conformar una red amplia de experiencias, sueños e iniciativas, buscando siempre democratizar los procesos creativos en las artes, la arquitectura y el diseño para lograr espacios de vida diversos, dinámicos y alegres.
Seguimos decididos a continuar con el diseño de estrategias, acciones y proyectos con una amplia participación social para crear un mundo mejor.
Seguramente nos quedan muchos amigos, colectivos y organizaciones por nombrar, así que agradecemos a todos quienes nos han acompañado y abierto sus puertas en barrios y veredas, a las organizaciones que nos han dado una mano y han compartido sus procesos con nosotros y a quienes nos han acompañado en la mezcolanza de ideas, debates y reflexiones en las que nos movemos en nuestro día a día. Esperamos iniciar una nueva etapa de diálogo y acción sensible, en la que invitamos a todos aquellos quienes quieran sumarse en aportar sus saberes, quehaceres, ideas y propuestas.
¡Todo está por hacer!