Generar relaciones de proximidad y afecto con quienes se comparte la vivienda, el edificio, la cuadra o el barrio, se podría decir que es casi que un efecto natural en la convivencia de los seres humanos, con sus retos y beneficios, el vecino y la vecina son nuestra primera línea de contacto con la realidad de nuestros territorios.
Si algo ha caracterizado a los barrios colombianos, y en especial a los bogotanos, es que hemos convertido el vecino y la vecina en un personaje que trasciende el lenguaje y el calificativo que se le da a cualquier desconocido. Para nosotros el “veci” o la “veci” es sinónimo de cercanía y confianza, indiscutiblemente la tienda del “veci” termina siendo paisaje y patrimonio de nuestros barrios, el “veci” que muchas veces es proveedor y comerciante, pero que también es confidente y precursor, fiador y patrocinador de una pequeña economía escondida entre casas autoconstruidas, edificios familiares y pequeñas tiendas de barrio.
En la ciudad fuimos perdiendo nuestro legítimo derecho a tomarnos la calle para defender la alegría y la celebración.
No necesitábamos de una pandemia que nos hiciera caer en añoranzas para darnos cuenta que nuestra relación con los vecinos y vecinas estaba en peligro. Nuestro tejido vecinal, que algún día fue motor de festividades, memorias colectivas, autoconstrucciones y resistencias territoriales, poco a poco se convierte en un recuerdo borroso. En la ciudad fuimos perdiendo nuestro legítimo derecho a tomarnos la calle para defender la alegría y la celebración, cerrar la calle en diciembre para pintar andenes, postes y separadores sin otro pretexto que buscar el compartir han pasado a segundo plano, practicas vecinales que en el afán del día a día van perdiendo fuerza, consumo compulsivo en supermercados de mediana escala que opacan el calor de nuestras pequeñas tiendas de barrio.
Y ahora estamos ante una gran pausa, un respiro en esa carrera a toda marcha en la que nos tenían inmersos con sus deudas, obligaciones y responsabilidades laborales, nos llamaron a un aislamiento preventivo y aislamos muestras de afecto porque así nos tocó, un tanto callados y fríos porque así lo elegimos. Una ciudad silenciosa con una pinta apocalíptica, rostros cubiertos de un tapabocas y un miedo que se mezcla con necesidades y desconfianza frente a la otredad.
Barriomercial pretende más allá del ejercicio de la solidaridad, construir un programa estratégico que trascienda nuestras formas de comunicarnos, intercambiar y apoyarnos.
Desde La Creativa creemos que se hace vital hoy más que nunca rescatar esos sonidos provenientes de nuestros barrios, retomar esas ideas y saberes que tanto ruido le hacen a la gran empresa, construir junto a todas aquellas personas que siguen empeñadas en defender economías familiares y relaciones vecinales justas y horizontales. Barriomercial pretende más allá del ejercicio de la solidaridad, construir un programa estratégico que trascienda nuestras formas de comunicarnos, intercambiar y apoyarnos. Un llamado a Vecinos, vecinas, domiciliarias, colaboradores y nodos, tarea difícil es encontrar ahora mismo una solución completa a los conflictos, desacuerdos y problemas de nuestra ciudad, esperamos que Barriomercial sea un punto de partida, que precisamente desde esas especificidades que hacen diferentes nuestros barrios, que los hacen únicos, podamos construir, intercambiar y conspirar con otros y otras.
La vecina de las arepas, el vecino del taller, doña Julia, don Pedro el de la tienda, don Arturo del supermercado, la taxista, mi primo ingeniero de sistemas, el estilista y el otro “veci” que es pintor, todos absolutamente todos y todas desde nuestros saberes, oficios y talentos tenemos algo que aportarle a Barriomercial.